lunes, mayo 21, 2007

Mi Crónica del Vive Latino 2007

Para Alexandra Hamilton, que es bien chida
o bacán, como se dice por allá.

Los Preparativos
Compré mis boletos como un mes antes, dos para mi (sábado y domingo) y dos más por si acaso. Nunca falta con quién ir o alguien que no alcanzó boleto, y si no pues me llevaba a mi hermana, que desde hace muchos años es la encargada de llevarme a casa si termino muy lastimado, jeje.

El segundo preparativo era mi playera de Flavio, la compré el año pasado que tocó medio de sorpresa en el
Multiforo Alicia, ese lugar que qué bueno que todavía existe, al que empecé a ir cuando salía de la Prepa y entraba a la Fac, donde tocaba Panteón Rococó sus rolitas demo.

El Vive que ya no es, pero que sigue siendo
Según el programa, el evento empezaba a las 12:45, lo cual quería decir que tenía que llegar al menos una hora antes, más o menos lo que tarda uno de la salida del metro Ciudad Deportiva hasta el Escenario Rojo (principal).

Esta vez mis amigos de siempre no fueron, porque el
Vive ya es caro para muchos y porque los grupos que tocan son más comerciales, algunos todavía de rock, pero de esos que ya se les escucha en estaciones pop.

Antes el
Vive era más experimental (y también más de ese rock-que-no-es-tan-pop), con sus pros y contras: no se reunían 60 mil personas y la organización era pésima (mal sonido, poco coordinados los tiempos para los músicos, poca y mala comida a la venta, seguridad insuficiente), pero en cambio veías en escenarios más grandes a aquellos que sólo encuentras en lugares pequeños, donde los espectadores se cuentan por decenas, no por miles.

Y en los primeros
Vives veías grupos que sólo conocías por una o dos canciones, grupos de España, de Argentina, de Chile. O locales, de esa que se llamó la avanzada regia, por ejemplo. Entonces ibas porque los podías conocer mejor y escuchabas propuestas nuevas o no muy difundidas, además de unos cuantos de los grandes. Ahora el grueso de la gente va por los grandes (que ni tanto) y así como no queriendo están los escenarios chicos o los horarios iniciales para las propuestas nuevas o diferentes.

El rock no tiene la culpa
En mi opinión el
Vive es la oficialización-domesticación de los casi espontáneos y autosuficientes conciertos masivos que proliferaron en México en la década de los 90. Es un festival de música, de rock y lo que se cuele, pero que venda al menos sus 40-50 mil entradas.

Y creo que en las últimas dos
ediciones hubo muchas ausencias, casi casi diría grupos vetados o hasta géneros vetados. No me consta, pero lo supongo. Creo que por esa razón ya no han estado grupos como Guillotina o Panteón Rococó, entre muchos, muchos otros. “Si no tienen disco nuevo no los podemos invitar”, he llegado a escuchar, lo cual yo traduzco en “si no tienen disquera grande que les produzca, no van (porque esas disqueras quieren a los suyos y no quieren a los que no lo son)”.

Pero por otra parte, creo que lo todavía rescatable es la llegada internacional. Porque a esos grupos no se les puede ver tan a menudo; por ellos yo creo que vale la pena seguir yendo, y por las sorpresas, los reencuentros, los palomazos, las versiones cover-homenaje a los ausentes.

Y también por el rock, porque el rock no tiene la culpa.
Zoé no tiene la culpa, ni Fobia, ni Cerati, ni El Tri. Sólo que, digo yo, ellos cualquier semana tocan en el Metropolitan o en el Palacio de los Deportes al precio que quieran. Hay otros que no. Y eso tenía el Vive. Por eso Jumbo o Zoé tocaron en sus respectivos inicios ahí. En las condiciones de hoy pudieron no haber estado. Digo, eso pienso.

Bueno, esa fue mi reflexión personal que no espero que compartan todos. Ya enseguida mi reseña del concierto, de lo poco que me tocó ver por esa maldita desdicha de no ser ubicuo y multiplicarme en los tres escenarios al mismo tiempo.


Réplica
Réplica es el grupo que abrió el Escenario Azul (mediano). El vocalista es Erich Martino, locutor de Reactor, sólo fui a tomar una foto y escuchar una rola, a ver si me convencían. Y sí, pero tampoco tanto. Me recuerdan a Depeche, que me gustaba, pero antes y de a poquito. Pero los oiré más, lo prometo.

Sr Bikini
Luego luego me regresé al Escenario Rojo (grande), abría el
Sr Bikini. Surf movidito. Se puso bueno el baile, hacia calor y me quité la playera y en eso tocaron “Fuera ropa” y pues se puso muy chido la verdad. A ellos son de los que se les ve seguido en el Alicia. Y me gustan porque me gusta el surf. Cuando tengo insomnio me la paso oyendo surf, punk y ska toda la noche. Y claro que pongo rolitas del Sr Bikini.

Veo Muertos
En el Escenario Verde (chico), el segundo grupo fue
Veo Muertos. A ellos sí quería verlos, me gustan harto. Resulta que en el radio había oído varias rolitas de ellos. Un día puse atención para saber quiénes cantaban “Mi hermana golpea a mi madre” y eran ellos. Los busqué en internet y supe que eran los mismos de “Calladitos”, “A mi me gustan los hombres” y “Chica de Pelos” que también me gustaban. Obvio cantaron todas esas. Y lo mejor fue cuando subieron a dos chavas que se levantaron las playeras [y lo todavía más mejor es que tengo fotos, jaja].

Tanke
Luego de
Veo Muertos, siguió Tanke. Los presentó El Golfo, también locutor de Reactor [muy muy culto, en lo que toca a música al menos], a quien luego se le ve comiendo ensaladas en Coyoacán (bueno, yo lo he visto). De Tanke nomás me gustaba una rolita, “Simbiosis”. Y creo que me sigue gustando nomás esa rolita, jaja, pero también seguiré oyendo más de ellos.

Cuarteto de Nos
Fui al Escenario Azul de nuevo. Tocaba El Cuarteto de Nos
. ¡Qué súper sorpresa, la verdad! Ya había oído su conocida “Yendo a la casa de Damián”, de frases así como muy obvias. A muchos no les gustan. A mi sí, más por el acentito “uruguasho”. Pero verlos en vivo y escuchar sus otras canciones fue excelente. Ahora me gustan también sus otras rolitas: “Ya no sé qué hacer conmigo” y “Pobre papá”. Y por la tarde me los encontré ahí paseando y me tomé foto con ellos. Qué chido.

Los Concorde
A
Los Concorde no los pensaba ver, porque no sabía quiénes eran. De hecho los vi por casualidad, después de darme una vuelta rápida por los tres escenarios. Lo que me llamó la atención es ver a Jonás, de Plastilina Mosh, a quien una noche antes encontré caminando por la colonia Roma y por eso lo reconocí de lejos en el Vive. Pensé que estaba en palomazo con alguien, pero no; de hecho nomás oí la última rolita y vi también a Leonardo de Fobia ahí arriba. Ya después (apenas hace unos días) me enteré que ellos son Los Concorde [Mauricio Clavería (La Ley), Leonardo de Lozanne (Fobia), Poncho Toledo (La Lupita) y Jonás (Plastilina Mosh), acompañados de Atto (Atto & The Majestics )] y que era su primera presentación oficial. No puedo decir si me gustaron o no. A ver luego. [Oigan su rolita “Rompecabezas”, suena bien].

La Tremenda Korte
A
La Tremenda Korte los quería ver por tres razones. La primera es que me gustan, también los conozco de los conciertos masivos en CU de la época más zapatista y estuve cuando presentaron su primer disco en el Salón Los Ángeles, allá por Tlatelolco y la Guerrero. La segunda razón es porque fue de lo poco de ska que hubo en el Vive. Y la tercera porque tocaría con ellos Marina de Ita, de Polka Madre, grupo gitano-comodeeuropadeleste-y-casipunk-odigamoscomoiggypop [imagínense a Goran Bregovic o la No Smoking Orchestra pero en versión “pa' pasar el rato porque ellos nunca vienen”] que ojalá un día toquen en un Vive Latino, porque son la neta. Y ya ahí dos sorpresas más: primero salió el Capi, ex de Los Estrambóticos y cantó “La cerveza y el dolor” y luego Flavio Cianciarulo, ex Fabulosos Cádillacs, que no me acuerdo cuál tocó, porque en sus tantas apariciones cantó al menos ocho canciones de su exbanda que tantos y tantos queremos volver a ver.

Flavio Mandinga Project
En el mismo Escenario Azul tocó
Flavio. Muchos esperábamos que saliera de repente Vicentico, pero no. Lo más que pasó es que se acordó de él y le dedicó una canción de los Cadillacs, creo que Matador. Flavio fue también lo mejor del Vive [de hecho es lo mejor que queda de esa generación de los 80-90]. De él sólo puedo decir dos cosas más, que creo muchos podrán respaldar mejor que yo: es un “loco” generoso y un músico honesto. Si los Fabulosos siguen tan presentes yo creo que es por él, más que por Vicentico. Y Flavio siempre habla bien de sus excompañeros, hasta en sus nuevas canciones, como “1985”. De su generosidad qué más evidencia que el apoyo que le da a nuevas bandas, no sólo argentinas, sino mexicanas también. Y es que quiere tanto a nuestro país, que hasta su esposa es mexicana. Es un tipazo el Sr Flavio, qué lastima que no le conozca más, sería todo un honor. Además de las canciones “fabulosas” que todos se sabían, pero que tocó en su versión mandinga, cantó suyas “La Penita”, “Agujeros” y “Voy en llamas” y le acompañaba, como en su última visita, Matías Brunel, de Papas Ni Pidamos, a quienes también ojalá un día los veamos en un Vive Latino, o en el Alicia, de menos.

El Tri
Terminando
Flavio estuve paseando por la zona de disqueras y puestos del Chopo y luego regresé al Escenario Rojo. Estaba El Tri. Nomás los vi de lejos, ya estaban terminando de hecho, pero alcancé a oir “Las piedras rodantes”, tomé una foto y regresé a los otros escenarios a ver qué había.

Gustavo Cerati
Una hora después, de nuevo en el escenario principal, alcancé a ver a
Gustavo Cerati. Llenísimo el Foro Sol a esa hora, ya oscureciendo, pasadas las 8 de la noche. Quise ir hasta adelante a tomar fotos, pero no se podía, así que mejor me salí. Por ahí andaba a esa hora el Sr González, que tocó con Monocordio un par de horas antes, a quienes desafortunadamente no alcancé a ver. El Sr González [ex Botellita de Jerez, pero mucho más que eso, como tantos músicos saben], también roquero honesto como el que más y muy muy generoso, abrió su mochila y me regaló el disco de su más reciente proyecto, “El Grao”. Ya tenía sus rolitas, porque también las regala por internet, pero qué chido tener el disco de sus propias manos.

Transmetal
Ya en las últimas horas del sábado, pasé al Escenario Verde. Alcancé a ver por unos minutos a
Transmetal, banda mexicana que pues obvio toca metal y que qué bueno que estuvo en el Vive, aunque no los oigo mucho ni nunca los veo en vivo.

Rata Blanca
Y es que fui a ese escenario porque quería ver a
Rata Blanca, dobles sobrevivientes por ser un grupo de tantos años de trayectoria y por ser metaleros en una época donde ese género no tiene tanta difusión. Muy bien por los greñudos argentinos y muy bien también por el público que los fue a ver, que eso tienen los metaleros: no son muchos, pero siempre están presentes con sus bandas; si ese mismo día hubieran tocado en otro lado de la ciudad los habrían ido a ver hasta allá, en vez de ir al Vive. Dicho de otro modo, los que estaban ahí no fueron al Vive, fueron a ver a Rata Blanca.

Desorden Público
No me pude quedar al cierre de
Rata Blanca en el Escenario Verde, porque pronto empezaría en el Rojo el Desorden Público. Siempre es un conciertazo el que dan estos venezolanos y no fue la excepción esta vez. Aunque ya mucha gente se iba del Foro Sol a esa hora [casi las 10 de la noche], otro tanto se quedó a escuchar el “Allá cayó, allá cayó allá cayó allá cayó”, “Canto popular de la vida y muerte”, “Latex, a pesar del latex” o el “Cyber revolucionario” y a ver sus mensajes de “Paz” y “No más guerra” proyectados al fondo del escenario. También ellos invitaron a Flavio a cantar y los pocos-pero-todavía-muchos que quedábamos nos volvimos a prender con “Mal bicho”. Buen cierre del primer día de Vive Latino mexicano, octava edición.

La Salida
El domingo, ya pasada la una de la mañana, llegué a mi casa, caminando. No fui el único, claro; de hecho, muy cerca de mi casa, vi a tres o cuatro chavos buscando un hotel dónde pasar la noche, supongo que venían de muy lejos, quizá ni eran del DF. Así pasa siempre en el Vive, no hay manera de encontrar transporte público y menos barato. Del Foro Sol a mi casa son como 5 minutos en coche, unos 6-7 kilómetros aproximadamente. En taxi, un día normal, me cobran 30 pesos (3 dólares), pero ese día el único que encontré libre quería 300 pesos (30 dólares). Y pues no.

Jessy Bulbo
El segundo día de
Vive Latino lo abrió Jessy Bulbo, en el Escenario Azul. Llegué casi al final, pero sí alcancé a tomar unas fotitos y cantar “Maldito”, “Mala respuesta” y “El sexo sin amor”. Me cuesta trabajo verla sin las Ultrasónicas, pero ya menos. También me gusta lo que toca ahora, igual muy de garage. Por la tarde también me pude tomar una fotito con ella. Qué bien que le vaya bien, cada vez más, porque sí se la ha rifado estos años.

Fenómeno Fuzz
Los
Fenómeno Fuzz abrían por su parte el Escenario Rojo, a la 1 de la tarde. Surf de mascaritas, con bailes de piernas, brazos y manos aleteantes. Muy tribal el ambiente: le bailas, le empujas, le saltas encima a los de adelante, le ayudas a pararse a los que caen, te ayudan a ti, pero igual te golpean y te caen encima; le corres con todos juntos hacia delante, hacia atrás, en licuadora. Y le cantas: “Yo quiero ser un beach boy”.

San Pascualito Rey
A los terceros que vi el domingo fue a
San Pascualito Rey, en el Escenario Azul. Me pasa con ellos que su música me gusta, pero si los oigo mucho me deprimo. Por eso no he comprado música de ellos, pero la verdad que sí son muy buenos. Y para variar, le pidieron palomazo también a Flavio Cianciarulo y tocaron con él “Vasos vacíos”, versión-muy-sufrida-sanpascualita. Y bueno, así en vivo, ni tan triste el asunto, me gustaron tanto que ahora sí me animé a añadirlos a mi myspace. “Lo siento soy yo, lo siento soy yo, hoy no es mi día”; “Esto es morir, sólo un poco, cerrar los ojos y aventarte lejos, esto es morir”. ¡Ay, cómo sufro, maldito yo, de veras!

Jumbo
Durante mucho tiempo
Jumbo fue uno de mis grupos favoritos, desde el “Restaurant”. Combinaban canciones muy roqueras, como “Monotransistor” o más adelante “Motocicleta”, con las casi nostálgicas pero también roqueras y de muy buena letra “Fotografía”, “Aquí” o “Siento Qué”. Y sus presentaciones en vivo siempre fueron memorables, con los vuelos de Eddy hacia el público y Castillo contando minianécdotas entre canción y canción. Pero el grupo se separó. Jumbo sigue, pero en lo personal yo sí creo que no es igual. De todas formas los fui a ver al Escenario Rojo, a recordar esos primeros toquines donde éramos unos cuantos cantando “Explosión” o “Automático”, lo mismo que “Hoy” o “Cada vez que me voy”.

Chetes
Después de
Jumbo siguió Chetes en el mismo escenario. Sí me laten sus rolas, pero igual prefería mucho más a Zurdok, y más todavía al inicial Zurdok Movimento. El “Gallito Inglés” o “Platique con mi pistola” eran de lo que más me gustaba en esa época donde casi todos los grupos que oía resultaban ser de Monterrey. Y lo nuevo de Chetes como que nada qué ver. Buenas canciones, sí, pero como si fueran de otra persona y no de quien gritara a todo pulmón “vamos a platicar, si usted tiene algún problema, platique con mi pistola”.

Bengala
Luego de andar un rato por los stands, regresé al Escenario Azul. Quería ver al
Sargento García, pero ya no los alcancé. Seguía Bengala y luego los Liquits. De Bengala no había oído más que una o dos canciones y me quedé por ver qué tal, pero también por alcanzar lugar hasta adelante, con los Liquits. Lo sobresaliente aquí fue que por ahí en la carpa de músicos se alcanzaba a ver a Meme, de Café Tacvba, viéndolos. Y ya.

Liquits
Para cuando empezó
Liquits ya estaba instalado hasta adelante. No los había visto en vivo, aunque me gustaban sus canciones desde que los oí con Kurasaibo en la película “Todo el poder”. También me gustan bastante y los quería ver en este Vive; más por su más reciente sencillo, “Te comes lo que dices”, que es del tipo de música que me gusta: fuerte, roquera, medio agresiva, como desparpajada y rara. Siempre me ha gustado la música rara, bien diferenciada de las demás. “Mi patito de hule” o “Chicharos Mágicos” serán lo que sean pero no son como cualquier otra canción que se escuche en la radio. La verdad.

Ely Guerra
Mientras, en el Escenario Rojo, empezaba la muy querida siempre
Ely Guerra. No me tocó verlo, pero luego me enteré que en cierto momento todos sus músicos se rompieron la ropa, a la altura del pecho, como en solidaridad por ese otro Vive Latino donde por descuido dejó al descubierto uno de sus senos por muchos-varios-pero-tan-breves segundos y siguió tocando. A Ely una vez la vi en el cine, en la última función con casi nada de gente, allá por Gran Sur y sí es muy guapa, ciertamente. Esta vez la anécdota fue que rompió la guitarra como cierre de su participación. Y todos aplaudieron y gritaron. Y todos aplaudimos y gritamos. No necesita de sensuales accidentes para llamar la atención y llenar el escenario principal del Vive Latino. La fuimos a ver porque sabe estar a la altura de ese evento. Y por eso se le respeta. Y se le quiere por eso.

Volován
Después de
Ely seguía Kinky pero aún tenía unos 20 minutos para ir a ver a Lucybell en el Escenario Azul o a Volován en el Verde. Me gusta más Lucybell, pero seguro estaba llenísimo y además hubiera tardado más en regresar al Rojo, así que fui con Volován. Oí tres o cuatro canciones, las que me sabía, tomé unas fotos igual que con cada grupo que veía y me regresé al escenario principal, de donde ya no me moví.

Kinky
Kinky tampoco es que me guste mucho, pero quería alcanzar buen lugar hasta adelante, para ver a Zoé, Café Tacvba y Los Amigos Invisibles, que cerrarían todo el festival. Quería ver también a las bandas de los otros escenarios, pero fue imposible. Allá adelante, con miles de personas empujándome y una valla de metal enfrente como contención, era imposible moverse. Sólo salían los desmayados, algunos niños, mujeres casi asfixiadas y los voladores que pasaban encima. Además, me costó tanto llegar hasta ese lugar, que mejor no me moví. Total, se podían tomar buenas fotos desde ahí. En un Vive anterior vi a Kinky, sólo que en el escenario más pequeño. De lo que recuerdo es que había de público muchas chavitas así bien bonitas y dos o tres de ellas, en diferentes lugares, se levantaron la blusa y se quitaron el sostén para aventárselos, pero esta vez no vi nada de eso. De verás que el Vive es cada vez más fresa; de qué sirve que vayan más güeritas, si son de las que quieren sus conciertos tipo Auditorio Nacional, bien espaciaditos y ordenados.

Zoé
Y tanta gente ahí empujando, tantas chavitas fresas queriendo estar hasta adelante, en realidad lo que querían era ver a
Zoé. Qué cosas, de verdad; esas mismas canciones que unos años antes escuché me parece que en el Circo Volador, con bien poquita gente, ahora ponen a medio Foro Sol concentrado en corear “En tu planeta me quedé... pero mi nave se averió... love, love, love” y en prender las luces de teléfonos celulares, luces blancas y azules, tan vistosas en esa última noche de Vive Latino mexicano.

Café Tacvba
Terminó
Zoé y las chavitas esas fresas se fueron. Y llegó Café Tacvba, los mismos que en otro Vive Latino regresaban después de cierta pausa musical, los mismos que cubrieron tantas ausencias de esa edición pasada dedicando varios minutos a un collage de covers. Café Tacvba le debe tanto al Vive Latino como el Vive Latino le debe a Café Tacvba. No es que se necesiten el uno al otro, pero juntos son memorables. Y volvió a pasar en este octavo festival de rock hispano. Qué show, qué luces de colores, qué canciones de ese lado del escenario; qué coros, qué bailes, que sincronizada memoria colectiva de este lado del público: “Eres, lo que más quiero en este mundo, eso eres”. Y para continuar con las apariciones, sale de nuevo León, de Zoé, y toca con ellos. Porque eso también es el Vive Latino: músicos que se suman a los músicos. “Nos toca a nosotros, pero sería chido si te tocas una rolita con nosotros” o “les toca a ustedes, pero déjenme acompañarlos en esa rolita”. Y por eso vale la pena ir al Vive, por la convivencia de los dos lados, de los múltiples lados. Un subgénero de rock seguido de otro subgénero de rock, un grupo sudamericano enseguida de otro mexicano, una canción que todo mundo se sabe seguida de otra que apenas se presenta en público y que ni siquiera tiene nombre todavía, un grupo de músicos cuarentones, de esos que empezaron en el LUCC [“La Última Carcajada de la Cumbancha”], o todavía antes [Avándaro, por ejemplo], seguido del nuevo grupo que apenas va a grabar sus primeras canciones. Así es con Café Tacvba, que captan perfecto la esencia del Vive Latino: tocar como una forma de compartir.

Los Amigos Invisibles
En cierta forma el
Vive se cerró con Café Tacvba. Terminaron y la mayoría de la gente se fue. Ya pasaban de las 10 de la noche y la jornada había sido intensa; más para los que era su segundo día de rock, como en mi caso, acumulando en dos días más de 24 horas de música y baile Pero aún faltaba el cierre oficial. Ahora sí la última banda de la noche, del festival anual. Los Amigos Invisibles salieron y luego luego nos pusieron a movernos otra vez. Y más cuando sale Rubénalbarrán-G3-Gallogaz-Ñru-Anónimo-Sizu y canta con ellos. Y casi enseguida la chiquita Natalia Lafourcade, que sabe lo difícil que es estar frente a ese público que así como le baila y le canta a tus canciones, te puede aventar botellas o cartones, chiflarte, insultarte y al final bajarte sin terminar de cantar. Pero esta vez eso no le pasó. La vimos muy atentos bailar de trenecito el Cuchi Cuchi, con esos amigos más visibles, que al terminar de cantar terminaban también por este año la celebración anual del rock en México. Ya podíamos ir a descansar. La ruidosa misa había terminado.

Los que no vi
Y me quedé con ganas de ver a tantos más. El sábado no pude ver ni a
División Minúscula, ni a Fobia, ni a Six Million Dollar Weirdo. Tampoco a Gondwana, Pastilla [a ellos sí los alcancé a oir desde lejos, pero no los vi bien], Los Odio, Devendra Banhart, Monocordio o el Columpio Asesino. Y del domingo no vi a los Magic Numbers, que dicen que tocan chido, pero más lamentable fue no ver a La Gusana Ciega, Cuca, The Locos o Los Piojos. Ni modos.

Eso fue todo, para que los que no fueron se den una idea de lo que hubo y para que quienes sí fueron lo recréen de nuevo. He buscado en internet qué se dijo del
Vive y no encontré una buena reseña, por eso ésta que es la mía y qué me consta en cada detalle. Si alguien lo leyó completo, gracias. Y si alguien me deja comentarios más gracias. También si quieren vean las fotos. Tomé muchas, más de 500, pero he subido las más representativas, que son poco más de 100. A ver qué les parecen.

Vale.





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Videos VL07

Algunos videos del Vive Latino 2007, Foro Sol, Ciudad de México, Mayo 5 y 6.


Ely Guerra - Ojos Claros, Labios Rosas


Ely Guerra - Mas Bonita que Tú


Ely Guerra – cuando rompe la guitarra


Jumbo - Fotografía


Jumbo - Aquí


Jumbo - Rockstar


Jessy Bulbo – El Sexo Sin Amor

Jessy Bulbo - Maldito



Jessy Bulbo – Mala Respuesta


San Pascualit Rey – Flavio Cianciarulo – Vasos Vacíos




Liquits – Te Comes Lo Que Dices


Café Tacvba – Déjate Caer


Café Tacvba – Canción Nueva Sin Nombre


Fenómeno Fuzz – Beach Boy


Bailando con el Fenómeno Fuzz


Sr Bikini


La Tremenda Korte – Capi – La Cerveza y el Dolor - Tres Patines


Monocordio – La Hora del Tiempo


Zoé – Vía Láctea


Zoé - Love


Chetes – Abre los Ojos


Chetes - Completamente


Veo Muertos – Mi Hermana Golpea A Mi Madre


El Tri – Las Piedras Rodantes


Cuarteto de Nos – Yendo a la Casa de Damián


Pastilla - Comezón


Pastilla – Amor Metal


Los Amigos Invisibles – El Disco Anlal


Desorden Público – Canto Popular de la Vida y Muerte


Desorden Público –Allá Cayó


Desorden Público – Flavio Cianciarulo –Mal Bicho


The Locos


Los Concorde


Saltos en el Vive con Kinky


Fuego en el Vive


El Monitas


Esto no lo vi

martes, mayo 01, 2007

Camaleón Porteño

Continuando con el post anterior, el de las palabras apadrinadas, resulta que el día ese que fue del Libro [no sólo de España, como suponía, sino internacional, como bien me corrigieron varios amigos y amigas] la Escuela de Escritores de Madrid organizó un concurso de microrrelatos basados en las palabras más apadrinadas.

Hace muchos, pero muchos años, que no intentaba hacer un cuento. Es que soy muy malo para eso de la inventiva. Y lo sigo siendo, pero antes era evidente a la primera, ni cómo disimularlo y por eso lo dejé. Si tenía pensado dedicarme a las Ciencias Sociales, para qué caminar al fracaso literario así como así.

Fue lo mejor para todos, no me arrepiento. Realmente la literatura nunca me apasionó como para mi vida. Me apasiona como expectador, como público lector, pero como creador no.

Una vez (¿1994-1995?), alguien [el maestro Jaime], me ofreció una beca que le daban para estudiar en la Sogem (Sociedad General de Escritores de México). No la acepté porque hubiera sido un desperdicio. Alguien más la aprovechó, según recuerdo, con más talento y pasión para las artes que yo.

El caso es que el día ese del libro, en la paginita de palabras apadrinadas, el concurso invitaba a intentarlo. Y lo intenté. Más por las condiciones que establecían que por otra cosa. Las reglas eran, básicamente, usar al menos una de las 10 palabras más apadrinadas, el relato no debería tener más de 600 caracteres y el plazo de recepción de propuestas vencía a las 23 horas de ese mismo día [hora de España].

Yo leía estas minibases del miniconcurso, en México, a eso de las 14-15 horas del DF. Y como no queriendo le di una nueva vista a las 10 palabritas, me leí lo que sus "padrinos" habían escrito sobre ellas, así como el significado que les daba la Real Academia de la Lengua, abrí una hoja de Word y empecé a escribir como para ver qué salía.

Como 40 minutos después, cerca de las 16 horas, terminé un textito [recuerdo que de la palabra "texto" decía René Avilés Fabila que eran esas cosas que uno redacta y que no se sabe bien a bien qué cosas son: medio cuento, medio poema en prosa, medio crónica, medio... más bien no son nada decentemente leíble y es mejor llamarlos "textos"].

El texto que escribí, según la función de "contar palabras" de Word, tenía exactos 600 caracteres. Regresé a la paginita del concurso, llené mis datos (nombre y correo) y copié y pegué mi cuento en la casilla del mensaje, sólo que éste quedó cortado automáticamente antes del final, ya que el formulario tenía programada la instrucción de no recibir más de los caracteres establecidos.

Regresé al Word y volví a contar. Decía "600 caracteres sin espacios"; vi entonces que había otra opción, la de "contar caracteres con espacios", la seleccioné y caí en la cuenta de que mi cuentito realmente era de 700 caracteres.

Lo iba a dejar por la paz, pero qué caray ya estaba entrado con mi minihistoria que usaba palabras extrañas. Mi cuento de 700 caracteres tenía que quedar de 600 a como diera lugar. Y prontito, porque en una de esas me cerraban el concurso por la diferencia horaria.

Al final quedó de la extensión debida, más o menos respetando al texto original. Volví a intentar mandarlo y lo mandé. Eran las 16 horas, minutos más a lo mejor. Ahora tenía qué investigar eso de la diferencia horaria, nomás para saber. Cuando lo averigüé supe que si en el DF son las 16 horas, en Madrid son las 23. Osea que apenas pude enviar mi cuento. Y a lo mejor hasta llegó fuera de tiempo, pero ni modos.

El ganador se dará a conocer el lunes 7 de mayo y el premio es algo así como una beca para estudiar un cursito ahí en la Escuela de Escritores de Madrid. Obvio, no creo ganar, ni fue mi intención en ningún momento, porque de entrada Madrid me queda lejos y para terminar ya antes le había huido a esas cosas de la narrativa.

Ahora lo transcribo aquí. Por varias razones:
1.- no me gusta escribir nomás pa' mi;
2.- este blog se trata de eso, de poner mis "textos";
3.- es mi intento literario más reciente, después de varios años [y no lo volveré a intentar en otros tantos];
4.- lo escribí así de rápido, como no queriendo;
5.- es un homenaje a cuatro de las palabritas que más votó la gente: bochinche, gaznápiro, zaguán y escuchar;
6.- me gustaría que me ayudaran a decidir cuál de las dos versiones [la de 700 ó la de 600 caracteres] es mejor [ya, ya, quise decir menor peor]

Estas son las dos versiones del cuentito; primero la corta (podada), luego la larga (sin podar):

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Camaleón Porteño
El Bochinche era un bar argentino, de esos que allá les dicen boliches. Iban minas lindas, como Leonor, flaquitas. Pero también gaznápiros como Carlos, un tío camaleón más que alguien decente. Engañaba a las personas y la engañó a ella. Mirándola desde el zaguán, la encontró sentada y sola. Le habló, pero más que hablarle la escuchó. Escuchar era lo que Leonor necesitaba y por eso cayó. En realidad no le importaban nadita las historias tristes de su vida. Carlos lo que quería era desvestirla en la noche. Desabrocharle el vestido verde de botones. Con sólo escucharla lo logró.

Camaleón Porteño
“El Bochinche” era un bar de Buenos Aires. A los bares allá les dicen boliches y era entonces un boliche porteño. Iban chicas lindas, como Leonor, flaquitas. Pero también gaznápiros como Carlos, un pibe camaleón más que un tío decente. Engañaba a las personas y la engañó a ella. Ahí, en “El Bochinche”, la encontró sentada y sola –él mirándola desde el zaguán-. Le habló, pero más que hablarle la escuchó. Escuchar era lo que Leonor no había encontrado en un hombre y por eso cayó con facilidad. En realidad a él no le importaba nadita quién era ella o las historias tristes de su vida. Carlos lo que quería era desvestirla por la noche. Desabrocharle el vestido verde de botones. Con sólo escucharla lo logró.


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