Y con la filosofía, que casi no leía porque no entendía, ahora me pasa que me atrae bastante. No toda la filosofía [le sigo teniendo asquito a lo religioso, por ejemplo, que de ninguna manera me parece algo filosófico; de hecho me pone de malas la gente que supone que hablar de filosofía es hablar de religión, o peor, hablar de Dios, o peor, del dios cristiano, o peor, de su versión de un dios cristiano].
A mi la filosofía me interesó en serio cuando leí a Kant. Y no lo entendí, claro [al menos no completamente]; pero el reto ese de comprender el imperativo categórico tuvo un efecto de eco en mi [o efecto dominó, o efecto mariposa, digamos para ejemplificar].
Para entender a Kant era necesario entender primero a Descartes, un poco a Aristóteles y otro poco a otros más. Pero luego Kant me llevó a otros filósofos, los que leo últimamente, digamos, y que también me cuesta entender.
Todo esto viene a colación porque llevo unos días intentando leer "Igualdad y Parcialidad", de Thomas Nagel y antes leí "Si Eres Igualitario, ¿Cómo es que eres tan Rico?", de Gerald Cohen. Según entiendo, ambos libros se planearon [medio por separado, por supuesto, pero en círculos académicos más o menos cercanos] hace unos 10-15 años.
Los dos libros de los dos autores son parte del legado indirecto de John Rawls a la filosofía política. En los tres casos [los dos libros citados y la obra toda de Rawls, pero destacadamente su "Teoría de la Justicia"], el propósito es problematizar las posibilidades éticas de la igualdad en contextos como los de las sociedades contemporáneas.
El libro de Cohen en realidad no se me hizo tan difícil [salvo en párrafos muy contados y específicos], porque es la recopilación de unas conferencias. Pero éste de Tim Nagel, sí. No lo entiendo. Es demasiado para mi. Y me frustra [no tanto como Heidegger, Habermas o el mismo Kant, pero sí me rebasa. Bastante].
Leo y leo, pero no entiendo. Y cuando creo entender, se me escapa pronto el entendimiento y quedo vacío de nuevo. En momentos como éste casi cedo y regreso a las novelas. Pero no, nunca me ha gustado hacer las cosas fáciles por fáciles o porque no queda de otra. Me gusta hacer lo que me gusta, aunque sea difícil y no pueda con ello [y muchas veces es difícil y no puedo con ello].
Hace rato decidí darme dos horas continuas y dedicadas específicamente a entender dos paginitas del libro que desde antier me tienen atorado. Me escapé [a las 14:00 exactamente] a una cafetería de aquí cerca. Sin que nadie me viera, para no ser distraído de ninguna manera.
Abrí el libro y empecé a leer, releer y releer. Y nada. Se me acabaron las dos horas y debí regresar sin éxito. [Ojalá un día pueda regresar a este post y decir que pude comprender el texto].
Esta parte, en concreto, continúa dejándome perplejo:
“¿Qué aporta la norma de rechazo razonable permitido moralmente con la que se somete a contrastación auténtica la legitimidad de un sistema, que sea diferente al rechazo que se basa exclusivamente en una influencia superior y en un interés propio no modificado? Sabemos que la intromisión de un elemento no moral, directamente político, en el proceso de justificación podría evitarse elevando la imparcialidad a una posición de dominio completo; pero afortunadamente ése no es el único camino. Mientras la actitud de imparcialidad, que es la primera consecuencia del punto de vista personal, juega un papel importante para determinar cualquier resultado aceptable también deberá ajustarse de alguna forma al punto de vista personal, buscando principios que reconozcan la importancia de aquellos objetivos en la vida de cada persona, y que determinen cuánto peso se les debe atribuir en general”
Thomas Nagel
Igualdad y Parcialidad