viernes, junio 29, 2007

El mal lector que soy y la filosofìa

Soy mal lector. Mucho. Y, para colmo, de unos años para acá me ha dado por preferir la filosofía a la novela, el cuento o la poesía. Me siguen gustando, pero los leo menos.

Y con la filosofía, que casi no leía porque no entendía, ahora me pasa que me atrae bastante. No toda la filosofía [le sigo teniendo asquito a lo religioso, por ejemplo, que de ninguna manera me parece algo filosófico; de hecho me pone de malas la gente que supone que hablar de filosofía es hablar de religión, o peor, hablar de Dios, o peor, del dios cristiano, o peor, de su versión de un dios cristiano].

A mi la filosofía me interesó en serio cuando leí a Kant. Y no lo entendí, claro [al menos no completamente]; pero el reto ese de comprender el imperativo categórico tuvo un efecto de eco en mi [o efecto dominó, o efecto mariposa, digamos para ejemplificar].

Para entender a Kant era necesario entender primero a Descartes, un poco a Aristóteles y otro poco a otros más. Pero luego Kant me llevó a otros filósofos, los que leo últimamente, digamos, y que también me cuesta entender.

Todo esto viene a colación porque llevo unos días intentando leer "Igualdad y Parcialidad", de Thomas Nagel y antes leí "Si Eres Igualitario, ¿Cómo es que eres tan Rico?", de Gerald Cohen. Según entiendo, ambos libros se planearon [medio por separado, por supuesto, pero en círculos académicos más o menos cercanos] hace unos 10-15 años.

Los dos libros de los dos autores son parte del legado indirecto de John Rawls a la filosofía política. En los tres casos [los dos libros citados y la obra toda de Rawls, pero destacadamente su "Teoría de la Justicia"], el propósito es problematizar las posibilidades éticas de la igualdad en contextos como los de las sociedades contemporáneas.

El libro de Cohen en realidad no se me hizo tan difícil [salvo en párrafos muy contados y específicos], porque es la recopilación de unas conferencias. Pero éste de Tim Nagel, sí. No lo entiendo. Es demasiado para mi. Y me frustra [no tanto como Heidegger, Habermas o el mismo Kant, pero sí me rebasa. Bastante].

Leo y leo, pero no entiendo. Y cuando creo entender, se me escapa pronto el entendimiento y quedo vacío de nuevo. En momentos como éste casi cedo y regreso a las novelas. Pero no, nunca me ha gustado hacer las cosas fáciles por fáciles o porque no queda de otra. Me gusta hacer lo que me gusta, aunque sea difícil y no pueda con ello [y muchas veces es difícil y no puedo con ello].

Hace rato decidí darme dos horas continuas y dedicadas específicamente a entender dos paginitas del libro que desde antier me tienen atorado. Me escapé [a las 14:00 exactamente] a una cafetería de aquí cerca. Sin que nadie me viera, para no ser distraído de ninguna manera.

Abrí el libro y empecé a leer, releer y releer. Y nada. Se me acabaron las dos horas y debí regresar sin éxito. [Ojalá un día pueda regresar a este post y decir que pude comprender el texto].

Esta parte, en concreto, continúa dejándome perplejo:

“¿Qué aporta la norma de rechazo razonable permitido moralmente con la que se somete a contrastación auténtica la legitimidad de un sistema, que sea diferente al rechazo que se basa exclusivamente en una influencia superior y en un interés propio no modificado? Sabemos que la intromisión de un elemento no moral, directamente político, en el proceso de justificación podría evitarse elevando la imparcialidad a una posición de dominio completo; pero afortunadamente ése no es el único camino. Mientras la actitud de imparcialidad, que es la primera consecuencia del punto de vista personal, juega un papel importante para determinar cualquier resultado aceptable también deberá ajustarse de alguna forma al punto de vista personal, buscando principios que reconozcan la importancia de aquellos objetivos en la vida de cada persona, y que determinen cuánto peso se les debe atribuir en general”

Thomas Nagel
Igualdad y Parcialidad

miércoles, junio 20, 2007

Paris, je t’aime ausi

La vi la semana pasada. Supe de ella desde que la estaban filmando, pero no sabía que ya estaba en México.

Ese día el plan era ir al cine con Alina y su “manager” Maricarmen. Afortunadamente mi poca disponibilidad de tiempo hizo que sólo pudiera ir después de las 7 de la tarde y a un cine del Sur.
Qué sorpresa ver que “Paris, Je T’Aime” era la opción a esa hora en ese cine. Lo mejor es que de las dos o tres cosas que sabía de la peli –que eran historias de amor sobre lugares de París (un largometraje a partir de cortometrajes, relacionados por la geografía), que estuvo en Cannes el año pasado, que participaban en el proyecto los hermanos Cohen, la Coixet, Juliette Binoche, la Portman...–, debo decir que en realidad fue mejor de lo que esperaba.

Es una de esas películas que uno se imagina que ve (o que filma, o que alguien debería filmar para uno) a partir de lo mejor que nos gusta en determinada época. Ver, por ejemplo, el estilo ese de las películas francesas, a lo Jeunet y Caro, con actuaciones norteamericanas, inglesas y latinas.

Qué tal, en un par de horas, ver juntas a Leonor Watling, Natalie Portman, Catalina Sandino (María, Llena Eres de Gracia), Juliette Binoche, Maggie Gyllenhaal (La Secretaria), Ludivine Sagnier (Swimming Pool), Fanny Ardant (8 Mujeres, Nathalie, Ridículo), Miranda Richardson (Las Horas), Julie Bataille, Emily Mortimer (Match Point) y Geena Rowlands.

O a Gerard Depardieu, Steve Buscemi, Willem Dafoe, Javier Cámara, Elijah Wood, Rufus Sewell (Hamlet, versión Kenneth Branagh), Nick Nolte, Wes Craven, Ben Gazzara y Barbet Scroeder (director de La Virgen de los Sicarios).
Y bueno, intentar adivinar quién dirigió tal o cual episodio, reconocer estilos o recursos vistos en otras películas, digamos a lo humor negro de Ethan y Joel Cohen, a lo trágico que se ve venir y no se puede evitar de Isabel Coixet, a lo cotidiano e inesperado de Alfonso Cuarón, a la rapidez de lo posible de Tom Tykwer, a los personajes bien recordables de Gus Van Sant, a los guiños graciosos que Claudie Ossard da a sus producciones.

No quería que acabara y cuando acabó quería volver a verla. Ya iré de nuevo, porque no identifiqué cuándo salió la Watling, pero ya sé en qué parte buscarla. Claro, debí saber que en el segmento donde Javier Cámara la hace de doctor, el único segmento que adiviné quién dirigió: la catalana Isabel Coixet.

Por último la musiquita, tan francesa y tan de cine. Ya conseguí las cancioncitas en mp3 y no dejo de oírlas, pero aunque ya las tengo en cuanto pueda me compraré el soundtrack, si es que llega a México, porque seguro vale mucho la pena también.

Les dejo la letrita de la canción de cuna que canta Catalina Sandino, a quien tenía muchas ganas de volver a ver en una peli y fue otra sorpresa encontrarla ahí (cuánto me gusta su voz, su tonito, sus fracesicas colombianas).

Qué Linda Manito
Qué linda manito que tengo yo, qué linda y blanquita que Dios me dio; qué lindos ojitos que tengo yo, qué lindos y negritos que Dios me dio; qué linda boquita que tengo yo, qué linda y rojita que Dios me dio; qué lindas paticas que tengo yo, qué lindas y gorditas que Dios me dio; qué lindas manitos que tengo yo, qué lindas y blanquitas que Dios me dio...


Y aquí el trailer de la peli:



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Y para recordar:


1.- La escena donde un hombre soltero se lamenta de no encontrar el amor y de repente una mujer se desmaya junto a su auto, la sube, espera a que se recupere y no la deja más.

2.- La enseñanza de no mirar a nadie directamente a los ojos mientras uno se encuentre en el metro de París: es de mala educación y los franceses pueden reaccionar de maneras tan extrañas.

3.- La bella mujer inmigrante obligada a dejar todas las tardes a su hijo para ir a trabajar como niñera de un bebé ajeno.

4.- Un hombre determinantemente dispuesto a divorciarse, porque ya no quiere más a su esposa. Pero, antes de su confesión, ella se adelanta y le comenta que tiene una enfermedad terminal y que morirá pronto. Los pocos meses de su agonía sirven para revivir el amor.

5.- Un héroe-cowboy a media noche en las calles de París trae por última vez para una mujer desconsolada a su hijo recién muerto, admirador de las historias de vaqueros.

6.- Un mimo de pies a cabeza y de la mañana a la noche, el primero que vive en un edificio simulado, su condo-mimo, que es el espacio vacío entre dos edificios de verdad.

7.- El hombre mayor que llega tarde a una cita con una mujer joven, se disculpa con ella y uno imagina algún tipo de relación amorosa entre los dos, pero en realidad se trata de algo más tierno de lo que parece.

8.- La bella y famosa actriz, de paso en filmación por un barrio Parísiense, flechada de repente por un insignificante proveedor de drogas para quien ella sólo representa un cliente más.

9.- El joven de color, moribundo en una plaza, que consigue por fin que su amor a primera vista del día anterior le acepte un café que sin embargo nunca puede disfrutar, ni ella, y que explica su trágica y tristísima situación.

10.- La pareja madura, que recrea sus juegos de seducción fingiendo conocerse por primera vez y como por casualidad en un bar de París.

11.- La bella vampiro, enamorada de su posible víctima, de quién decide por amor no beber su sangre (roja como de tinta de comic) y por amor se ve obligada a convertirlo en vampiro para salvarlo.

12.- Óscar Wilde saliendo de su tumba y reconstruyendo un amor que por falta de sensibilidad poética se iba a perder.

13.- El chico ciego, cuya vida se derrumba de pronto por una llamada telefónica de su novia (digamos tan bella como Natalie Portman), a quien conoció mientras ella ensayaba un diálogo para un casting de una obra de teatro y quien ahora, ya triunfante en la actuación, le comunica su decisión de terminar la relación.

14.- La turista norteamericana (qué habla mejor francés que yo), de viaje sola por París, en donde le toca ver el amor, la juventud, la belleza, la felicidad y contrastarla con su situación tan lejana de todo eso. Una turista a quien le toca ver de lejos a París y todo lo que París representa.