Goran Bregović, “Brega”, nació el 22 de marzo de 1950 en Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, en la antigua Yugoslavia. Su nombre, en alfabeto cirílico, se escribe Горан Бреговић y la pronunciación de su apellido, de lengua eslava, es con acento en la “e” y terminación en “ch”: “brégovich”. Aún así, en Occidente le dicen Bregović, o Goran, aunque de aquél lado de los Balcanes es “Brega”, a secas.
Yugoslavia, el país en el que nació, ya no existe y, de hecho, le tocó a Goran padecer de cerca las consecuencias de la disolución; no obstante, él sigue sintiéndose yugoslavo y mantiene residencia en tres de las ciudades de ese antiguo territorio, que hoy son repúblicas independientes: Belgrado, capital de Serbia; Zagreb, de Croacia y su natal Sarajevo, de Bosnia.
Bosnio, pero hijo de madre serbia y padre croata, Goran Bregović es muestra de la singular mezcla de culturas –multiculturalidad, se dice ahora– que confluye en aquella región de Europa del Este, misma que ha derivado en numerosos conflictos sociales y políticos a lo largo de la historia, pero que en el caso de Bregović se ha traducido en fusión, mestizaje, unión y revitalización de tradiciones musicales, gitanas y balcánicas para más detalle.
La Yugoslavia de Bregović, en ese entonces república federal y socialista, agrupaba seis territorios diferentes: Serbia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Eslovenia, Macedonia y Montenegro. En ella se hablaban, además, cuatro idiomas: el serbio, el croata, el eslavo y el macedonio, y se profesaban tres religiones distintas: la cristiana ortodoxa, la católica y la mahometana o musulmán.
Tantas divisiones terminaron por separar al país en 1991 –tras la muerte del mariscal Tito una década antes y en el contexto de las emancipaciones nacionalistas en la antigua URSS–, en una sucesión de guerras intestinas que se prolongaron por diez años más y que, en el caso de Goran, lo obligaron al exilio y al inicio de una vida nueva, errante, de músico ex-yugoslavo en Occidente.
Yugoslavia, el país en el que nació, ya no existe y, de hecho, le tocó a Goran padecer de cerca las consecuencias de la disolución; no obstante, él sigue sintiéndose yugoslavo y mantiene residencia en tres de las ciudades de ese antiguo territorio, que hoy son repúblicas independientes: Belgrado, capital de Serbia; Zagreb, de Croacia y su natal Sarajevo, de Bosnia.
Bosnio, pero hijo de madre serbia y padre croata, Goran Bregović es muestra de la singular mezcla de culturas –multiculturalidad, se dice ahora– que confluye en aquella región de Europa del Este, misma que ha derivado en numerosos conflictos sociales y políticos a lo largo de la historia, pero que en el caso de Bregović se ha traducido en fusión, mestizaje, unión y revitalización de tradiciones musicales, gitanas y balcánicas para más detalle.
La Yugoslavia de Bregović, en ese entonces república federal y socialista, agrupaba seis territorios diferentes: Serbia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Eslovenia, Macedonia y Montenegro. En ella se hablaban, además, cuatro idiomas: el serbio, el croata, el eslavo y el macedonio, y se profesaban tres religiones distintas: la cristiana ortodoxa, la católica y la mahometana o musulmán.
Tantas divisiones terminaron por separar al país en 1991 –tras la muerte del mariscal Tito una década antes y en el contexto de las emancipaciones nacionalistas en la antigua URSS–, en una sucesión de guerras intestinas que se prolongaron por diez años más y que, en el caso de Goran, lo obligaron al exilio y al inicio de una vida nueva, errante, de músico ex-yugoslavo en Occidente.