Tres Borges, Dos Poemas, Uno Apócrifo
Por supuesto, Borges es una de esas personas que hubiera deseado conocer o por lo menos ver pasar de lejos, como cuando solía llegar temprano a la Biblioteca México sólo para ver llegar a Jaime García Terrés y después leer alguno de sus poemas. Saber que acababa de pasar junto a mí resultaba emocionante, aunque nunca hubiese conversado con él.
Borges el personaje es lo único que está a la mano: el mito del hombre inteligente, lector incansable a pesar de la ceguera, Borges el memorioso, el culto conversador tímido...
Al pensar en Borges recuerdo dos poemas suyos; mejor dicho, recuerdo haberlos leído y recuerdo de qué trataban, pero no el título o dónde encontrarlos de nuevo.
Busco en internet: “Borges+rosa”. El primer poema que recuerdo habla de una rosa. Es un poema “culto” o “racional” que sólo Borges pudo escribir. Descubro que existe un poema titulado “La Rosa” que no es el que buscaba. El que recuerdo resulta que se llama “El Golem” y así empieza:
El Golem
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Supongo que tiene que ver con cuestiones de fenomenología y misticismo y ahora que lo releo completo entiendo que hay alguna conexión con “El Nombre de la Rosa” y, no sé por qué, me remite también a “Pi, El Orden Del Caos”, de Aronofsky, supongo que por el tema de los judíos. Ya averiguaré más de esto en otra ocasión.
El otro poema siempre me pareció curioso, porque no suena a Borges, pero saberlo de él parece más inquietante que si fuera de alguien más. Busco nuevamente: “Borges+si tuviera”. Tampoco recuerdo el título, pero habla acerca de lo que haría Borges viejo si volviera a vivir.
¡Qué cosas! Resulta que el tal poema efectivamente no está comprobado que sea de Borges. Encontré un buen ensayo al respecto: “Jorge Luis Borges, autor del poema 'Instantes'”. Por lo que entiendo, hay diversas inexactitudes, como el hecho de que en una entrevista es mencionado el poema, siendo que no tenía la edad que revela el texto en uno de sus últimos versos.
Es cierto que el poema pudo ser corregido y que a fin de cuentas en literatura no valen las verdades científicas ni las certezas históricas, pero además de esto y de algunas inconsistencias gramaticales del texto, impropias en Borges, lo más extraño es precisamente el tema del poema, hablar de una especie de arrepentimiento, de desear un Borges diferente, otro Borges, negar al personaje y al mito.
No obstante, estas características fueron las que me llevaron a recordar el poema, la carga moral surtió efecto, debo reconocerlo. He aquí el poema:
Instantes
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
Si toda la poesía de Borges fuese filosofía, ese poema en cambio es hasta cierto punto moral –o antimoral–: “vivan como yo no viví” o “no vivan como yo viví”, parece decirnos este otro Borges; ni siquiera tiene nada que ver con su antipersonaje de “Borges y Yo”, que qué bueno, encontré también por casualidad, aunque no fuese un texto que buscara:
Borges y Yo
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren preservar su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.
El poema apócrifo, según leo, apareció en la revista “Plural” en 1989 y además ha sido traducido y publicado en diferentes colecciones de poemas de Borges por investigadores especializados en su literatura. Como yo no sé mucho de literatura y además tampoco puedo decir quién sí lo escribió, seguiré pensando que ese poema es del mismo Borges. Total, para mí los dos o los tres son el mismo, ya que a ninguno conocí.
Y todo esto –Borges–, nomás porque la semana que entra conoceré su Buenos Aires. Estar allá será estar más cerca de Borges. Qué bueno.
Por supuesto, Borges es una de esas personas que hubiera deseado conocer o por lo menos ver pasar de lejos, como cuando solía llegar temprano a la Biblioteca México sólo para ver llegar a Jaime García Terrés y después leer alguno de sus poemas. Saber que acababa de pasar junto a mí resultaba emocionante, aunque nunca hubiese conversado con él.
Borges el personaje es lo único que está a la mano: el mito del hombre inteligente, lector incansable a pesar de la ceguera, Borges el memorioso, el culto conversador tímido...
Al pensar en Borges recuerdo dos poemas suyos; mejor dicho, recuerdo haberlos leído y recuerdo de qué trataban, pero no el título o dónde encontrarlos de nuevo.
Busco en internet: “Borges+rosa”. El primer poema que recuerdo habla de una rosa. Es un poema “culto” o “racional” que sólo Borges pudo escribir. Descubro que existe un poema titulado “La Rosa” que no es el que buscaba. El que recuerdo resulta que se llama “El Golem” y así empieza:
El Golem
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Supongo que tiene que ver con cuestiones de fenomenología y misticismo y ahora que lo releo completo entiendo que hay alguna conexión con “El Nombre de la Rosa” y, no sé por qué, me remite también a “Pi, El Orden Del Caos”, de Aronofsky, supongo que por el tema de los judíos. Ya averiguaré más de esto en otra ocasión.
El otro poema siempre me pareció curioso, porque no suena a Borges, pero saberlo de él parece más inquietante que si fuera de alguien más. Busco nuevamente: “Borges+si tuviera”. Tampoco recuerdo el título, pero habla acerca de lo que haría Borges viejo si volviera a vivir.
¡Qué cosas! Resulta que el tal poema efectivamente no está comprobado que sea de Borges. Encontré un buen ensayo al respecto: “Jorge Luis Borges, autor del poema 'Instantes'”. Por lo que entiendo, hay diversas inexactitudes, como el hecho de que en una entrevista es mencionado el poema, siendo que no tenía la edad que revela el texto en uno de sus últimos versos.
Es cierto que el poema pudo ser corregido y que a fin de cuentas en literatura no valen las verdades científicas ni las certezas históricas, pero además de esto y de algunas inconsistencias gramaticales del texto, impropias en Borges, lo más extraño es precisamente el tema del poema, hablar de una especie de arrepentimiento, de desear un Borges diferente, otro Borges, negar al personaje y al mito.
No obstante, estas características fueron las que me llevaron a recordar el poema, la carga moral surtió efecto, debo reconocerlo. He aquí el poema:
Instantes
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
Si toda la poesía de Borges fuese filosofía, ese poema en cambio es hasta cierto punto moral –o antimoral–: “vivan como yo no viví” o “no vivan como yo viví”, parece decirnos este otro Borges; ni siquiera tiene nada que ver con su antipersonaje de “Borges y Yo”, que qué bueno, encontré también por casualidad, aunque no fuese un texto que buscara:
Borges y Yo
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren preservar su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.
El poema apócrifo, según leo, apareció en la revista “Plural” en 1989 y además ha sido traducido y publicado en diferentes colecciones de poemas de Borges por investigadores especializados en su literatura. Como yo no sé mucho de literatura y además tampoco puedo decir quién sí lo escribió, seguiré pensando que ese poema es del mismo Borges. Total, para mí los dos o los tres son el mismo, ya que a ninguno conocí.
Y todo esto –Borges–, nomás porque la semana que entra conoceré su Buenos Aires. Estar allá será estar más cerca de Borges. Qué bueno.
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