Continuando con el post anterior, el de las palabras apadrinadas, resulta que el día ese que fue del Libro [no sólo de España, como suponía, sino internacional, como bien me corrigieron varios amigos y amigas] la Escuela de Escritores de Madrid organizó un concurso de microrrelatos basados en las palabras más apadrinadas.
Hace muchos, pero muchos años, que no intentaba hacer un cuento. Es que soy muy malo para eso de la inventiva. Y lo sigo siendo, pero antes era evidente a la primera, ni cómo disimularlo y por eso lo dejé. Si tenía pensado dedicarme a las Ciencias Sociales, para qué caminar al fracaso literario así como así.
Fue lo mejor para todos, no me arrepiento. Realmente la literatura nunca me apasionó como para mi vida. Me apasiona como expectador, como público lector, pero como creador no.
Una vez (¿1994-1995?), alguien [el maestro Jaime], me ofreció una beca que le daban para estudiar en la Sogem (Sociedad General de Escritores de México). No la acepté porque hubiera sido un desperdicio. Alguien más la aprovechó, según recuerdo, con más talento y pasión para las artes que yo.
El caso es que el día ese del libro, en la paginita de palabras apadrinadas, el concurso invitaba a intentarlo. Y lo intenté. Más por las condiciones que establecían que por otra cosa. Las reglas eran, básicamente, usar al menos una de las 10 palabras más apadrinadas, el relato no debería tener más de 600 caracteres y el plazo de recepción de propuestas vencía a las 23 horas de ese mismo día [hora de España].
Yo leía estas minibases del miniconcurso, en México, a eso de las 14-15 horas del DF. Y como no queriendo le di una nueva vista a las 10 palabritas, me leí lo que sus "padrinos" habían escrito sobre ellas, así como el significado que les daba la Real Academia de la Lengua, abrí una hoja de Word y empecé a escribir como para ver qué salía.
Como 40 minutos después, cerca de las 16 horas, terminé un textito [recuerdo que de la palabra "texto" decía René Avilés Fabila que eran esas cosas que uno redacta y que no se sabe bien a bien qué cosas son: medio cuento, medio poema en prosa, medio crónica, medio... más bien no son nada decentemente leíble y es mejor llamarlos "textos"].
El texto que escribí, según la función de "contar palabras" de Word, tenía exactos 600 caracteres. Regresé a la paginita del concurso, llené mis datos (nombre y correo) y copié y pegué mi cuento en la casilla del mensaje, sólo que éste quedó cortado automáticamente antes del final, ya que el formulario tenía programada la instrucción de no recibir más de los caracteres establecidos.
Regresé al Word y volví a contar. Decía "600 caracteres sin espacios"; vi entonces que había otra opción, la de "contar caracteres con espacios", la seleccioné y caí en la cuenta de que mi cuentito realmente era de 700 caracteres.
Lo iba a dejar por la paz, pero qué caray ya estaba entrado con mi minihistoria que usaba palabras extrañas. Mi cuento de 700 caracteres tenía que quedar de 600 a como diera lugar. Y prontito, porque en una de esas me cerraban el concurso por la diferencia horaria.
Al final quedó de la extensión debida, más o menos respetando al texto original. Volví a intentar mandarlo y lo mandé. Eran las 16 horas, minutos más a lo mejor. Ahora tenía qué investigar eso de la diferencia horaria, nomás para saber. Cuando lo averigüé supe que si en el DF son las 16 horas, en Madrid son las 23. Osea que apenas pude enviar mi cuento. Y a lo mejor hasta llegó fuera de tiempo, pero ni modos.
El ganador se dará a conocer el lunes 7 de mayo y el premio es algo así como una beca para estudiar un cursito ahí en la Escuela de Escritores de Madrid. Obvio, no creo ganar, ni fue mi intención en ningún momento, porque de entrada Madrid me queda lejos y para terminar ya antes le había huido a esas cosas de la narrativa.
Ahora lo transcribo aquí. Por varias razones:
1.- no me gusta escribir nomás pa' mi;
2.- este blog se trata de eso, de poner mis "textos";
3.- es mi intento literario más reciente, después de varios años [y no lo volveré a intentar en otros tantos];
4.- lo escribí así de rápido, como no queriendo;
5.- es un homenaje a cuatro de las palabritas que más votó la gente: bochinche, gaznápiro, zaguán y escuchar;
6.- me gustaría que me ayudaran a decidir cuál de las dos versiones [la de 700 ó la de 600 caracteres] es mejor [ya, ya, quise decir menor peor]
Estas son las dos versiones del cuentito; primero la corta (podada), luego la larga (sin podar):
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Camaleón Porteño
El Bochinche era un bar argentino, de esos que allá les dicen boliches. Iban minas lindas, como Leonor, flaquitas. Pero también gaznápiros como Carlos, un tío camaleón más que alguien decente. Engañaba a las personas y la engañó a ella. Mirándola desde el zaguán, la encontró sentada y sola. Le habló, pero más que hablarle la escuchó. Escuchar era lo que Leonor necesitaba y por eso cayó. En realidad no le importaban nadita las historias tristes de su vida. Carlos lo que quería era desvestirla en la noche. Desabrocharle el vestido verde de botones. Con sólo escucharla lo logró.
Camaleón Porteño
“El Bochinche” era un bar de Buenos Aires. A los bares allá les dicen boliches y era entonces un boliche porteño. Iban chicas lindas, como Leonor, flaquitas. Pero también gaznápiros como Carlos, un pibe camaleón más que un tío decente. Engañaba a las personas y la engañó a ella. Ahí, en “El Bochinche”, la encontró sentada y sola –él mirándola desde el zaguán-. Le habló, pero más que hablarle la escuchó. Escuchar era lo que Leonor no había encontrado en un hombre y por eso cayó con facilidad. En realidad a él no le importaba nadita quién era ella o las historias tristes de su vida. Carlos lo que quería era desvestirla por la noche. Desabrocharle el vestido verde de botones. Con sólo escucharla lo logró.
“El Bochinche” era un bar de Buenos Aires. A los bares allá les dicen boliches y era entonces un boliche porteño. Iban chicas lindas, como Leonor, flaquitas. Pero también gaznápiros como Carlos, un pibe camaleón más que un tío decente. Engañaba a las personas y la engañó a ella. Ahí, en “El Bochinche”, la encontró sentada y sola –él mirándola desde el zaguán-. Le habló, pero más que hablarle la escuchó. Escuchar era lo que Leonor no había encontrado en un hombre y por eso cayó con facilidad. En realidad a él no le importaba nadita quién era ella o las historias tristes de su vida. Carlos lo que quería era desvestirla por la noche. Desabrocharle el vestido verde de botones. Con sólo escucharla lo logró.
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5 comentarios:
Pues esos "textos" serán lo que sean, pero ayudan a revelar algo de quien los hace. Sigues sorprendiéndome.
Un enorme abrazo
Jajajajja ... me hiciste reír =). Bueno, así es el plan. Ya. Dijiste. =) TQm.
gracias x pasar!!!
q estes bien!
Te invito a ver la entrevista que le hice a la actriz Blanca Lewin.
http://kinettic.blogspot.com
Hola parece que estamos con el mismo tema. A mí me gustan mucho las palabras pero me pasa como a vos no tengo tiempo para escribir y a esa convocatoria llegué tardísimo. Qué pena. Me gustaría leer los textos ganadores pero no sé si me acordaré de chequearlo. :)
Muchas gracias por pasar por mi blog. Nos leemos.
Saludos.
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